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De acuerdo con el Análisis Económico Ejecutivo del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, CEESP, la aparente recuperación del crecimiento económico que se observó en el primer semestre de 2021 se desvaneció.
No hay razón para esperar que la economía crezca más que en los años anteriores a 2019. Las expectativas de crecimiento para 2022 se ajustan a la baja.
La inseguridad es un obstáculo importante para la inversión, además de lastimar a la sociedad y reflejar problemas de ingobernabilidad.
La precariedad laboral continúa y seguirá incidiendo negativamente en el consumo.
Es necesario que el capital de la economía crezca -mediante inversión- y con ello la productividad de los trabajadores.
Urge que la autoridad vea la realidad, los problemas subyacentes y actúe en consecuencia.
El INEGI dio a conocer su Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) con estimaciones de la evolución de la economía durante noviembre y diciembre del 2021.
Como el CEESP y otros especialistas lo anticipaban, las cifras muestran que la aparente recuperación del crecimiento económico que se observó en el primer semestre de 2021 (en tasas anuales e incluso en mensuales consecutivas) sencillamente se desvaneció en la segunda mitad del año.
Ello comprueba que dicha recuperación aparente fue sólo producto del “rebote” natural de la economía y efímera, después de su congelamiento en 2020 debido a la pandemia.
Esta situación no debería sorprender. Una vez terminado el efecto rebote, no hay razón para esperar que la economía crezca más que en los años anteriores a 2019, cuando creció a sólo 2.4% anual. Hoy la economía está mermada, herida, debido a: las políticas adoptadas por este gobierno, los efectos de la pandemia y las afectaciones relacionadas con las interrupciones de las cadenas de suministro. Salvo por el impulso de la economía estadounidense, los motores internos del crecimiento se han debilitado fuertemente.
En noviembre el indicador global de la actividad económica (IGAE) creció a una tasa mensual de 0.6%. No obstante, la estimación para diciembre anticipa que la actividad económica se mantendrá sin cambio.
De cumplirse estas estimaciones, con base en el IGAE, durante el IV trimestre del año la economía habrá caído 0.5% respecto al trimestre previo, con lo que serían dos trimestres consecutivos a la baja después del rebote tras los efectos de la pandemia. Con base en este indicador, nuestra intuición es que es probable que en todo el 2021 la economía total habrá crecido 4.8%. Proyectando el PIB sobre la base del IGAE, el crecimiento anual sería de 5.1%. En ambos casos muy por debajo de la estimación oficial de 6.3% corregida en los Criterios de Política Económica (CGPE) 2022, así como de la última estimación de los especialistas del sector privado que anticipaban un avance de 5.6% y del pronóstico del Banco de México de 5.4%.
Hacia adelante, las expectativas de crecimiento para 2022 naturalmente se han ajustado a la baja. En la encuesta que Citibanamex realiza entre especialistas resalta que en la fechada el 5 de enero sólo 3 de los 28 encuestados preveían un crecimiento de 2% o menor para el año próximo, mientras que en la del día 20 pasado son ya 10 quienes pronostican esas cifras.
En opinión de este centro cada vez es más difícil sostener un pronóstico de crecimiento superior a 2% para el 2022. Hace poco tiempo que se preveía uno incluso superior a 3.0%, y mientras tanto el pronóstico oficial, elaborado en agosto de 2021 sigue sosteniendo un pronóstico de 4.1% para este año.
Cabe hacerse la pregunta si este fenómeno de rebote y luego menor dinamismo de la economía es lo “normal” en el mundo. La respuesta puede ser positiva, pero si nuestra intuición de que México habrá crecido alrededor de 5% en 2021 y lo hará en 2% en este año es correcta, no se compararía bien con el resto del mundo. Según las últimas proyecciones del Banco Mundial las economías avanzadas habrán crecido 5.0% en 2021 y lo harán en 3.8% en 2022, el total de las emergentes 6.3% y 4.6%, y las latinoamericanas 6.7% y 2.6% en esos dos años.
Si bien es cierto que la pandemia ha tenido un impacto severo sobre la actividad económica, es evidente el ambiente de incertidumbre generado en lo que va de este gobierno. Factores como:
la ausencia de estado de derecho,
el constante ataque a los organismos independientes e instituciones educativas,
la polarización social,
la militarización de la seguridad pública y de funciones diversas del gobierno federal,
la intención de retomar el monopolio del sector energético (petróleo y electricidad), y
el desmantelamiento del sector salud y educativo, entre otros,
han impedido la reactivación de la inversión y que el impulso del rebote posterior a los confinamientos se convierta en una recuperación franca de la economía que permita anticipar un regreso a la tendencia que mantenía hasta el 2018 -que, por cierto, dista de ser la deseable-.
De acuerdo con el IGAE, de julio del 2018 a febrero del 2020, la economía acumuló una caída de 1.3%, junto con una caída de 5.8% en la inversión. Posteriormente, el rebote de la actividad productiva no ha recuperado lo perdido por la pandemia y tampoco su nivel previo a este gobierno.
De febrero del 2020 a diciembre del 2021 el IGAE acumula una caída de 3.3% y la inversión una de 3.7% y en ambos casos mantienen una tendencia a la baja, congruente con el deterioro de los pronósticos de crecimiento.
En adición a la lista señalada arriba, está la prevalencia de la inseguridad pública. Es muy probable que la inseguridad sea un obstáculo importante para la inversión, pero además lastima a la sociedad y refleja problemas de ingobernabilidad. En los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que dio a conocer el INEGI recientemente, se aprecia que, después de la baja significativa en los niveles de percepción de inseguridad relacionada con la menor movilidad de las personas de 2020 y 2021, en diciembre de ese año el 65.8% de la población de 18 años y más señaló sentirse inseguro de vivir en su ciudad. Un ligero aumento respecto a septiembre (64.5%) pero que es probable que sea un cambio de tendencia hacia una situación peor.
Al parecer, conforme se recupera la movilidad, la preocupación por aumentos en la inseguridad también aumenta, toda vez que igualmente el número de delitos se incrementa.
De acuerdo con los datos de Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el número total de delitos en 2021 sumó 2,044,122, con lo que superó en 203 mil delitos la cifra del 2020 y en 5 mil los registros del 2018.
Naturalmente, la confianza en las autoridades de seguridad pública también se deteriora. El porcentaje de la población que considera “muy o algo efectivo” el actuar de la marina se redujo de 86.8% a 84.7% entre septiembre y diciembre del 2021, el ejercito pasó de 84.5% a 82.8%, la guardia nacional de 74.4% a 72.9%, la policía estatal de 52.5% a 49.0% y la policía municipal de 47.5% a 43.1%.
La precariedad laboral continúa y seguramente seguirá incidiendo negativamente en el consumo. Los últimos datos indican que en diciembre la brecha laboral , que refleja la necesidad real de nuevos empleos y de ocupaciones de tiempo completo, sumó 15.2 millones de personas, cifra que es aún 2.6 millones de personas mayor a la cifra de marzo del 2020, mes previo al confinamiento sanitario.
En términos relativos esto significa que la población que está buscando empleo sin encontrarlo, más la ocupada, pero con necesidad de un empleo de tiempo completo, más la que desea trabajar, pero no busca empleo , representó el 23% de la fuerza laboral potencial , tres puntos más que previo a la pandemia.
Adicionalmente, cabe señalar que en diciembre el número de ocupados que percibía hasta 2 salarios mínimos aumentó en 1.9 millones respecto al periodo previo a la pandemia, mientras que quienes perciben más de eso, disminuyeron en 1.1 millones de personas.
Otro factor que naturalmente perjudica al consumo es el aumento de la pobreza, que en principio se agudiza con el deterioro del ingreso real de las familias a causa de las presiones inflacionarias.
De acuerdo con las cifras más recientes del CONEVAL, la Línea de Pobreza por Ingresos (canasta alimentaria y no alimentaria) urbana pasó de $3,619.27 mensuales en diciembre de 2020 a $3,916.83 en diciembre de 2021, por persona, lo que significa un incremento de 8.2%. Por su parte, la Línea de Pobreza por Ingresos (canasta alimentaria y no alimentaria) rural pasó de $2,555.74 a $2,784.70 en el mismo periodo, lo que representó un alza de 9.0%.
De acuerdo con la Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), cada hogar se compone de 3.55 habitantes. Para una familia urbana, eso quiere decir que las necesidades monetarias por hogar para cubrir la línea de pobreza suman 13,905 pesos.
Por su parte el número de perceptores por hogar es de 2.25. Aproximadamente la cuarta parte de la población activa percibe hasta un salario mínimo y es natural que ahí se concentre la incidencia de la pobreza. Suponiendo que todo ese segmento perciba un salario mínimo, los ingresos disponibles ascenderían a 9,565 pesos, 4,340 pesos por debajo de lo que se requiere para cubrir las necesidades alimentarias y no alimentarias de un hogar.
Sin duda, las necesidades de los trabajadores son enormes para alcanzar estándares mínimos de bienestar, pero la situación actual del mercado laboral y la inflación no ayudan. Más que mayores aumentos de los salarios mínimos -que han sido muy significativos en años recientes- lo que se requiere es mayor productividad laboral que permita una elevación del salario de mercado.
Para ello, es imprescindible revertir la caída de la inversión productiva, pública y privada, a fin de que el capital de la economía pueda crecer y con ello, la productividad de los trabajadores. Asimismo, es necesario elevar la formalidad laboral ya que está probado que la informalidad ha sido y es un obstáculo importante para el aumento de la productividad en las economías.
La situación de la economía es preocupante y no hay signos de mejoría. Ello a pesar de que el tipo de cambio se mantenga razonablemente estable, que las finanzas públicas sean por el momento relativamente saludables y que el gobierno mantenga elevados niveles de popularidad . Pero estos rasgos difícilmente serán duraderos y por lo tanto urge que la autoridad vea la realidad, los problemas subyacentes y actúe en consecuencia .
México
Mediante el indicador oportuno de la actividad económica (IOAE) el INEGI estima que durante octubre el indicador global de la actividad económica (IGAE) registró un crecimiento mensual de 0.6%, lo que significa su primera variación positiva después de tres caídas consecutivas. No obstante, para diciembre prevé que el IGAE se mantenga sin cambio. Este nulo avance de diciembre refleja principalmente la estimación de una caída de 0.2% en las actividades secundarias, con lo que acumularía dos bajas consecutivas. Por su parte, para las actividades terciarias se estima un incremento de solo 0.1% en diciembre. Respecto a diciembre del 2020, se prevé que el IGAE disminuya 0.2%. Con base en estas estimaciones, el PIB de todo el 2021 habrá crecido solo 4.8%, lejos del pronóstico oficial de 6.3% previsto en los Criterios Generales de Política Económica 2022.
El INEGI dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional e Ocupación y Empleo (ENOE) en los que indica que en diciembre de 2021 la población ocupada sumó 56.9 millones de personas, 500 mil más que un mes antes y 4.3 millones más que en el mismo mes del 2020. Por su parte, la población desocupada se ubicó en 2.1 millones de personas, cien mil menos que en noviembre, en tanto que respecto al diciembre del 2020 se mantuvo sin cambio. La población subocupada sumó 5.7 millones, 200 mil menos que un mes antes y 1.7 millones por debajo del registro del año previo.
Según los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), en diciembre del 2021 el 65.8% de la población mayor de 15 año indicó sentirse inseguro viviendo en su ciudad, lo que significó un repunte después de que en septiembre el porcentaje fuera de 64.5%. No obstante, se mantiene como uno de los niveles más bajos desde 2018. No hay que olvidar que la significativa mejora en la percepción se asocia con una disminución importante en la movilidad tras el confinamiento sanitario.
Estados Unidos
El Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano informó que, con base en cifras ajustadas a tasa anual, durante diciembre se inició la construcción de 1.702 millones de viviendas, cifra que además de superar el pronóstico del mercado que anticipaba el inicio de 1.650 millones de viviendas, resultó 1.4% mayor al mes previo. Por zona geográfica, el inicio de casas aumentó 36.5% en el medio oeste y 20.2% en el noreste. Por el contrario, en el oeste se registró una caída de 13.8% y en el sur una de 1.9%.
Por su parte, los permisos para construcción sumaron 1.873 millones en diciembre, 9.1% más que un mes antes y superior al pronóstico del mercado que preveía 1.702 millones de permisos. Por zona geográfica los permisos de construcción crecieron 111.9% en el noreste y 21.9% en el medio oeste. No obstante, en el oeste cayeron 10.0% y en el sur 0.8%.
La National Association of Realtors señaló que, con base en cifras ajustadas a tasa anual, en diciembre se vendieron 6.18 millones de viviendas usadas, cifra que resultó inferior en 4.6% a las unidades vendidas un mes antes. Respecto al pronóstico del mercado también fue inferior, puesto que se preveía la venta de 6.42 millones de viviendas. Por zona geográfica la venta de casas usadas cayó 6.8% en el oeste, 6.3% en el sur, y 1.3% tanto en el medio oeste como en el noreste.
De acuerdo con los especialistas, esto respondió principalmente a que los precios de las viviendas usadas se mantienen elevados como consecuencia de inventarios reducidos.
Fuente: https://reportacero.com/concluye-aparente-recuperacion-del-crecimiento-economico-ceesp/